por Laura Caniggia
Los lectores más apasionados coincidirán en que es posible experimentar estados emocionales como la alegría, la melancolía, la excitación y la relajación a través de la lectura de un libro. Los más pragmáticos dirán que de lo que se trata es de poder controlar esos estados a través de los enunciados de un libro. De un lado, quienes entienden la lectura como una acción en sí misma. Del otro, los que sólo la ven de un modo utilitario, como un medio para alcanzar un fin; en este caso, la dominación del cuerpo y sus expresiones a través de la doctrina de la mente. La comparación no trata de enfrentar a la literatura con los libros de autoayuda, ni de menospreciar a estos últimos. Intenta, por el contrario, ayudar a entender por qué cada día hay más lectores para esta categoría; reflexionar sobre lo que buscan en los libros y lo que encuentran; conocer lo que ofrecen los autores, lo que creen las editoriales y lo que facturan las librerías. Desde la 29ª Feria del Libro de Buenos Aires, en 2003, se da el mismo fenómeno: de los veinticinco títulos más solicitados, la mitad son de autoayuda. Y esta avanzada no es sólo un hecho local: en otros países latinoamericanos, los de autoayuda representan uno de cada cinco libros vendidos. Aunque los datos disponibles son fragmentarios, la tendencia sigue mostrando un alto consumo del género, cuyos títulos –dos de cada diez– encabezan las listas de best sellers tanto en Latinoamérica como en algunos países de Europa y, sobre todo, en los Estados Unidos. De la comparación de los datos relevados surge que de Europa Occidental, España es el país con mayor consumo de autoayuda, mientras que la Argentina supera mínimamente a México como principal mercado de literatura para la autosuperación. Entre las peculiaridades de la cultura de nuestra época, el crecimiento de esta literatura se revela como un hecho de excepcional envergadura, cuya significación ha sido hasta ahora escasamente estudiada. Vanina Papalini es investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de Córdoba. Según sus propias palabras, se ocupa de analizar “cómo la literatura de autoayuda tiende a exacerbar el individualismo, pregonando la idea de la autosalvación por la vía del cambio personal”.
Al tipificar al lector, Papalini encuentra cierta diversidad en sus tipos; los divide entre los que buscan resolver problemas personales, los que van hacia los dilemas familiares y quienes buscan textos más existenciales que les ofrecen un apoyo, una guía, un plan para la vida. “Muchos lectores vienen de experiencias de psicoanálisis que no les resultaron efectivas, otros de búsquedas religiosas y hay un tipo de lectores que persigue la idea del éxito y busca fórmulas, recetas, guías prácticas para alcanzarlo”. Al reflexionar sobre el sentido de esta bibliografía, la define como “un producto propio de la cultura masiva, que comparte sus rasgos esenciales con el modo de producción de la sociedad actual: la serialidad de su producción, la tendencia a estereotipar contenidos y una decisiva orientación hacia el consumo “forma a los sujetos en conveniencia con la reproducción social actual”. Para el crítico literario Jorge Panesi, “lejos han quedado aquellos tiempos en los que la gente salía a leer a las plazas los fines de semana, y visitar las librerías conformaba un hábito familiar. La lectura dejó de ser un hábito necesario y placentero, para transformarse en un búsqueda de respuestas”. Es ahí donde, para él, reside parte del éxito de los libros de autoayuda: en el manejo de un lenguaje supuestamente universal que, a su entender, “es limitado y banal. En lugar de catalogarse como literatura, debería figurar como entretenimiento espiritual”.
Los límites de lo que se entiende por literatura de autoayuda se definen en el interior del mundo editorial, y aunque parece sólo una etiqueta formal, ahí también se discute y queda al descubierto cuál es hoy el rol de la lectura. Diana Paris, como gerente editorial de Ediciones B, asegura que la tendencia actual dentro del mercado editorial es “generalizar la etiqueta de autoayuda, poner todo lo que cabe en esa etiqueta como recurso de marketing”. Según Paris, no es lo mismo espiritualidad, esoterismo, recetas para vivir mejor, consejos o divulgación filosófica; aunque confiesa que las diferentes editoriales clasifican sus temas y autores bajo ese nombre genérico, que sirve para orientar a un tipo de lector haciendo un recorte temático.
En los libros de autoayuda, constantemente se subraya una intencionalidad pedagógica que se transmite a través de los saberes más universales: el de tipo científico y el religioso. Abundan las remisiones al discurso de la ciencia, desde la psicología a la teoría de sistemas, y son frecuentes las menciones a las “capacidades desconocidas de la mente”. Desde las concepciones más espirituales, se apela a un fundamento más humano o de orden cósmico. Y se suelen incluir tests que le permiten al lector diagnosticar su situación y evaluar sus progresos, proponiendo un espacio de interacción directa entre el texto y el lector.
Todos plantean una nueva manera de entender la vida, de percibir el mundo, de relacionarse. Y la mayoría lo hace a través de la construcción de un relato vivencial, intentan llegar a la gente exponiendo historias que asumen como propias. La mayoría de los autores borran las marcas ficcionales como recurso de autentificación de la obra. “Aquí se revela el parentesco entre la literatura de autoayuda y los mensajes de los medios, sobre todo cuando los medios relatan determinados acontecimientos a través de sus protagonistas o de sus testigos directos”, apunta Papalini, y asegura que con este recurso “son capaces de generar efectos de verdad y certeza, aun en la incertidumbre que caracteriza a la actualidad y hacen una torsión del relato del “yo” al “tú”, buscando intencionalmente provocar identificaciones”.
Los libros de autoayuda se basan en el testimonio, en el relato de la experiencia, en el acontecimiento disruptor, que cambia para siempre la manera en que se vive y se presenta como la única vía de acceso a un nuevo modo de vivir. Cuando no se trata de la narración personal de boca de los autores, se apela a la narración biográfica en boca de otros que le confesaron al escritor sus penas en distintos ámbitos. Hay situaciones repetitivas: el gabinete de terapia del licenciado Gabriel Rolón, un curso de Osho, maestro espiritual hindú, un viaje del escritor Eduardo Punset o charlas ocasionales del líder espiritual Yoshi Kalpa. Estas situaciones son las más comunes. Hay también casos en los que el narrador aparece más místico, en actitud de búsqueda, y se encuentra con estos relatos de las vivencias ajenas en su intento por explorar el alma humana. (como sucede con Brida, el libro que estamos leyendo)
La construcción narrativa que señala Papalini es la médula que rige a la literatura de autoayuda, el rasgo saliente para identificarla como género. De ella surge una promesa que se hará efectiva más allá del acto de la lectura: si el lector sigue el camino prefigurado por la obra, conseguirá un bienestar sedante ofrecido como felicidad en la totalidad de su existencia personal.
Uno de los libros más vendidos en los últimos años fue “Padre rico, padre pobre”, un trabajo que se construye sobre la idea de que siempre se puede ser un triunfador, y esta posibilidad, que se plantea como universal, sólo depende de uno mismo. Supone que no hay condiciones previas como el lugar de nacimiento, la familia, la educación, que quiten o sumen posibilidades. No existen desigualdades sociales que minen el desarrollo de unos y potencien el de otros. “Cuando ponemos en práctica lo que se explica en este libro, encontramos dentro de nosotros alegría y realización, pero sobre todo conciencia de nosotros mismos, de una nueva manera de entender la vida y de percibir el mundo, de responsabilizarnos por nuestros actos, palabras, pensamientos y sentimientos; en definitiva, de nuestra vida, he aquí lo que trata enseñar”. Así presenta su libro Sé feliz, el poder de ser consciente el escritor español Raú de la Rosa. En el ejemplo hay dos ideas que aparecen en toda la literatura de autoayuda, a pesar de que los temas y las formas difieran: la efectividad del texto y el poder individual del lector. No importa si se habla de los celos, de la maternidad, del dinero, la salud, la profesión o las terapias alternativas; todos los textos le hablan a un individuo que es capaz de resolver el problema que lo desvela por sí solo, modificando sus acciones, sin injerencia de su entorno. Al llamar a los individuos a hacerse cargo de sí mismos, se privilegia la acción individual por sobre la colectiva. Las acusaciones se trasladan de la esfera pública a la privada, se le dice al sujeto que tiene que encargarse de sí mismo, de su propia situación vital, como si las condiciones sociales en las que vive no tuvieran ninguna importancia. “La disolución de las instituciones fuertes como instancias constitutivas de la subjetividad provocan un vacío de sentido que deja al individuo a la deriva, librado a sí mismo y en una situación de angustia, de competencia y evaluación permanente”, reflexiona Papalini al contextualizar la racionalidad de esta supuesta solución individual.
La investigadora relaciona la búsqueda de soluciones de manera solitaria con la ausencia “de un horizonte histórico-social que dé sentido a las trayectorias personales. Esta situación de aparente mayor libertad demanda una gran autonomía emocional, puesto que toda decisión depende de uno mismo, de allí que la presencia de la subjetividad en la escena contemporánea cobre una fuerza inusitada: en esa esfera no sólo se espera dar resolución a la vida personal sino también a la problemática social que es asumida en términos individuales”, explica.
El individuo se encuentra cara a cara con un destino solitariamente personal, sin mediaciones, sin instancias intermedias y sin proyecto colectivo. Y se apela así a la transformación de la vida de las personas de la misma manera en la que se concibe el mercado: por la autorregulación. Según el resultado de la investigación de Papalini, la lectura de autoayuda se funda en esta concepción y genera “individuos omnipotentes, que creen poseer la clave para resolver todos los problemas en sí mismos, pero también personas negadoras, que edulcoran su realidad y anestesian los conflictos”. En efecto, otra idea que suele estar presente en la literatura de autoayuda es la negación de los conflictos o la propuesta de evitarlos constantemente. Se tratan en especial los que atañen al trabajo, las relaciones sociales y las familiares, con la idea principal de aminorar el malestar individual en pos de evitar el desorden general. “Ningún conflicto es percibido como social; la responsabilidad recae sobre el sujeto mismo, sobre el lector, y eso tiende a exacerbar el individualismo, el salvarse sólo por la vía del cambio personal o la adecuación a la nueva situación”, sostiene Papalini al identificar que al poner toda la carga negativa e individual sobre el conflicto se ciega que de la lucha surge el cambio y que la transformación es colectiva.
De lo que se trata, dicen, es de aprender a cambiar. Bajo esta premisa hacen sus propuestas para una vida más plena en la que el éxito aparecerá aun cuando esté momentáneamente ausente. Llaman a estar preparado, en estado de alerta, para los retos de un mundo inestable, con un campo laboral que se caracteriza por la flexibilidad, el cambio constante, la pérdida del lazo social que articulaba al individuo con el grupo, la competencia y la evaluación permanente. “Esta actitud de acecho permanente es la que permite adaptarse a una naturaleza inestable del mundo del trabajo”, asevera Papalini al definir el continuo estado de alerta como una actitud animal, poco humana, propia de trabajadores que sólo persiguen el objetivo de adaptarse adecuadamente. “El instinto y la capacidad de reacción son fundamentales en esta carrera; cambiar, adaptarse a los nuevos tiempos con rapidez, olvidar las viejas convicciones, son las recetas para el éxito, que depende, una vez más, de cada uno”, define.
Para Belén Canavire becaria del Conicet, una de las funciones de la literatura de autoayuda es generar la necesidad de superación constante, bajo una ficticia promesa de que si cada uno acrecentara su iniciativa personal y aumentara su rendimiento, podría alcanzar una mayor independencia frente a sus superiores en el ámbito laboral, aunque estas representaciones aparenten una emancipación de los trabajadores, su finalidad implícita es lograr una mayor predisposición de los sujetos a identificarse con sus respectivas empresas y, de esta forma, permitir que las compañías obtengan mayores beneficios redituables”. Ahí entra la infaltable noción del éxito que, según los autores, tiene distintas connotaciones. En los libros que apuntan a cuestiones de la vida familiar o personal, el éxito consiste en “sentirse bien con uno mismo”, sea cual fuere la situación en la que se esté. Cuando se trata de libros orientados al mundo del trabajo, el éxito es una medida de logro en el entorno competitivo. Y no necesariamente se asocia al crecimiento u obtención de posiciones en la pirámide laboral; también se relaciona con la influencia sobre los otros, la dirección de proyectos colectivos, el poder, el esfuerzo y el optimismo frente a la adversidad.
Son muchas las definiciones posibles, pero comparten un origen común: parten de un criterio de éxito que se mide en relación con objetivos señalados desde afuera. En este sentido, la literatura de autoayuda incorpora un enfoque distinto: la mirada de los demás, que sanciona el éxito o el fracaso, no cuenta; es uno mismo quien decide sobre la asignación de laureles o cadenas, bajo un criterio puramente individual y aun en contra de otras opiniones. Son cada vez más las grandes empresas que, como Coca Cola, organizan charlas orientadoras entre los autores de los libros de autoayuda y sus empleados. Estos libros y sus recomendaciones pueden cumplir una función no sólo en el interior de la empresa, sino también contribuir a afianzar las formas, más o menos injustas, en las que se organiza la sociedad. Según el análisis de Canavire, los textos de autosuperación pueden, de este modo, considerarse como “un engranaje más del proceso económico-hegemónico que caracteriza al mundo contemporáneo”.
Extraído de http://www.voltairenet.org/article161101.html
Análisis del “artículo periodístico” de Laura Caniggia que funciona casi como una “crítica literaria” ya que analiza y cita opiniones de especialistas en literatura y en este género en particular.
Respondé a las preguntas explicando con tus palabras cuando sea necesario (no siempre hay que copiar textualmente lo que dice) o haciendo alguna cita donde apoyar tu argumento si es lo que se pide.
1 – Explicá a qué se refiere cuando en un comienzo habla de “la lectura” y divide entre quienes la entienden como una acción “en sí misma” y los que la ven “de un modo utilitario, como un medio para alcanzar un fin”. ¿Dónde incluirías a “los más apasionados” por un lado y a “los más pragmáticos”, por otro? ¿En qué grupo incluirías a la literatura de “autoayuda”? ¿Por qué?
2 – ¿Cuáles son los dos grupos de lectores que buscan este tipo de literatura? ¿Qué experiencias anteriores suelen tener?
3 – El crítico literario Jorge Panesi dice que el lenguaje que se emplea en esta literatura es “supuestamente universal”, “limitado” y “banal”. ¿Qué quiso decir?
4 – El nombre genérico que utilizan las editoriales y las librerías para vender más libros, es decir, la “etiqueta de autoayuda” que menciona Diana Paris. ¿Qué diversos aspectos incluye, aunque sean muy distintos? Mencionalos y clasificalos en alguno de estos dos grupos: Libros de exploración interior (incluyen temas relacionados con la mente, la psicología y con la espiritualidad y lo místico-religioso) y Libros de consejos o guías de conducta (para lograr el éxito con el dinero, el amor, la felicidad, la salud, etc.)
5 – ¿De qué manera que generan los “efectos de verdad y certeza” en esta literatura?
6 – Explicá con otras palabras y ampliando el concepto, la opinión de Vanina Papalini, investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de Córdoba, que resume gran parte de la cuestión, cuando dice que “… la literatura de autoayuda tiende a exacerbar el individualismo, pregonando la idea de la autosalvación por la vía del cambio personal”. “Se privilegia la acción personal (la subjetividad) sobre la colectiva (debido al vacío dejado por las instituciones)”. “Forma sujetos en conveniencia con la reproducción social”. “Ningún conflicto es percibido como social, sino de manera personal.”
no entiendo que me quiere preguntar con que aspectos influyen aunque sean muy distintos...? es la pregunta 4
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