Fontanarrosa en el Congreso de la "Lengua"


El escritor y humorista argentino destacó además las “condiciones terapéuticas” de estos términos y pidió que los “cuidemos porque los vamos a necesitar”.

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El escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa dio hoy el toque de color al III Congreso Internacional de la Lengua Española, al reclamar “una amnistía” para "las malas palabras" y pedir que "cuidemos de ellas, integrémoslas al lenguaje, porque las vamos a necesitar".

"Atendamos las condiciones terapéuticas de las malas palabras, que sirven para descargarse. Pido una amnistía para ellas, vivamos una Navidad sin malas palabras, y cuidemos de ellas, porque las vamos a necesitar", concluyó.

"Este es un ámbito más que apropiado para plantearse porqué son malas palabras. ¿Le pegan a las otras palabras? ¿Son de mala calidad y cuando uno las pronuncia se deterioran? ¿Quién las define como malas palabras?", se preguntó el rosarino durante la mesa redonda sobre "Español internacional e internacionalización del español", que se celebró en el Teatro El Círculo.

"Tal vez –afirmó el escritor- sean como esos villanos que al principio eran buenos pero la sociedad los hizo malos. Tal vez, al marginarlas las convertimos en malas. En alguna época se les decía palabrotas, lo cual no deja de ser un reconocimiento. Las malas palabras reflejan una expresividad y una fuerza que difícilmente las haga intrascendentes”.

"No es que haga defensa incondicional y quijotesca de las malas palabras. Algunas me gustan. Mi vieja no decía muchas malas palabras. Mi viejo en cambio era lo que se llamaba un mal hablado.

También se le llamaba 'bocasucia'. Ironizando, recordó que durante su niñez "en ningún momento se impuso eso de 'eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca'".

Subrayó que "a veces criticamos a los jóvenes porque usan un vocabulario bastante estrecho, me preocuparía que no tuvieran capacidad de expresión y de grafismo al hablar: 'acá le salio un coso' algo que lleva a uno a decir 'qué cosa, cómo se expresan los chicos".

Para justificar su cuidada improvisación, Fontanarrosa bromeó: “He escrito algo, pero no me alcanzó para que la memoria me dictara que tenía que traer los lentes". Y expresó: "No sé quién define lo que es vulgar y lo que no es vulgar. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física. No es lo mismo decir que una persona ‘es tonta o sonsa’ que ‘es un pelotudo’”.

Sobre esta palabra, el humorista y escritor se explayó: “El secreto de la palabra pelotudo podría referirse a un utilero de fútbol. El secreto y la fuerza está en la letra ‘t’". Celebrado por las risas aprobadoras del público, dijo que "hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa que es 'carajo'. Tengo entendido que era el lugar donde se colocaba el vigía en lo alto de los mástiles. Amigos mexicanos con los cuales estuve cenando anoche me explicaban que las islas Carajo están en el Océano Indico”. Acá se llega al eufemismo de decir 'caracho'".

Fontanarrosa advirtió por otra parte "la triste función de los puntos suspensivos" para reemplazar términos soeces. "Merecería otra discusión en el Congreso de la Lengua.

Hay otra palabra irremplazable que es 'mierda', y el secreto de su contextura física está en la erre. Los cubanos dicen 'mielda'. Ese es otro de los grandes problemas que ha tenido la revolución cubana, que es la imposibilidad de manifestar fuerza expresiva".

"Atendamos estas condiciones terapéuticas de las malas palabras, que sirven para descargarse. Pido una amnistía para ellas, vivamos una Navidad sin malas palabras, y cuidemos de ellas, porque las vamos a necesitar", concluyó.

(Nota extraída del diario Clarín - internet, 19 de noviembre de 2004)

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