El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia.
Uno no esta en casi ninguna parte. Sin embargo, en medio de las infinitas
desolaciones hay una buena noticia: el amor.
Los Hombres Sensibles de Flores tomaban ese rumbo cuando
querían explicar el cosmos. Y hasta los Refutadores de Leyendas tuvieron que
admitir casi sin reservas, que el amor existe. Eso si, nadie debe confundir el
amor con la dicha. Al contrario: a veces se piensa que amor y pena son una
misma cosa. Especialmente en el barrio del Angel Gris, que es también el barrio
del desencuentro.
Las historias amorosas de los tiempos
dorados son casi siempre tristes. Esto no basta para afirmar que todos los
romances fueron desdichados: sucede tal vez que el arte necesita nostalgia. No
se puede ser artista si no se ha perdido algo.
Los poemas de amor satisfecho aparecen
como una compadrada de mercaderes afortunados. Por eso los poetas de Flores
buscaban el desengaño, porque pensaban que cerca de el andaba el verso
perfecto.
Casi todos quedaban en la mitad del camino. Manuel
Mandeb veía las cosas de un modo mas complicado.
Admitía que la pena de amor conducía al
arte. Pero también sostenía que el propósito final del arte es el amor. La
recompensa del artista es ser amado.
Así parecía opinar Ives Castagnino, el músico de
Palermo, quien componía valses melancólicos al solo efecto de seducir
señoritas. Cuando no lo lograba, su tristeza le dictaba otras canciones que mas
tarde le servían para deslumbrar señoritas nuevas y así recomenzaba el circulo.
Algunos muchachos sin vocación artística
trataban de merecer a las damas cultivando las ciencias, la bondad, el coraje,
la riqueza o la extorsión.
Los autores de aforismos extrajeron de
estas realidades una conclusión modesta: si no fuera por el amor, nadie haría
gran cosa.
Las muchachas beligerantes podían objetar
que estos pensamientos parecen reservados a la conducta masculina.
Al respecto, Mandeb creía que las mujeres
hacían de ellas mismas un hecho artístico. El polígrafo de Flores, en un rapto
de arbitrariedad, llego a establecer un orden de cualidades, según su eficacia
para enamorar. Colocó en primer lugar la belleza y luego la juventud, aclarando
que estas dos virtudes son tal vez una sola. Después ubico las condiciones
espirituales: inteligencia y bondad. En ultimo termino, el poder y el dinero.
Muchedumbres de feos de cierta edad polemizaron con Mandeb reclamando el
derecho a ser amados por su limpieza, trayectoria comercial o apellido ilustre.
De todos modos, para este oscuro pensador,
el amor era una flor exótica cuyo hallazgo ocurría muy pocas veces.
- De cada mil
personas que pasen por esa puerta - decía - acaso
nos conmueva solamente una. Del mismo
modo, quiza solo una entre las mil tenga a bien impresionarse con nosotros. La
cuenta es sencilla: sin contar percepciones engañosas y desilusiones
posteriores, la posibilidad de un amor correspondido es de una en un millón.
No esta tan mal, después de todo. Pero
dejemos la pura especulación de los espíritus obtusos de Flores. Mucho mas
interesante es saber como amaron realmente. Para ellos habremos de transcribir
algunas historias que presumen de veraces y que han llegado hasta nosotros por
avenidas literarias o por oscuros atajos confidenciales.
HISTORIA DEL QUE ESPERO SIETE AÑOS
Jorge Allen, el poeta, amaba a una joven pechugona de los
barrios hostiles. Según supo después, alcanzo a ser feliz.
Una noche de junio, la chica resolvió abandonarlo. - No te quiero mas - le dijo.
Allen cometió entonces los peores pecados de su vida;
suplico, se humillo, escribió versos horrorosos y lloro en los rincones. La
pechugona se mantuvo firme y rubrico la maniobra entreverándose con un
deportista reluciente.
El poeta recobro la dignidad y empleo su
tiempo en amar sin esperanzas y en recordar el pasado. Su alma se retempló en
el sufrimiento y se hizo cada vez mas sabio y bondadoso.
Muchas veces soñó con el regreso de la
muchacha, aunque tuvo el buen tino de no esperar que tal sueño se cumpliera.
Más tarde supo que jamas habría en su vida
algo mejor que aquel amor imposible. Sin embargo, una noche de verano, siete
anos y siete meses después de su pronunciamiento, la pechugona apareció de
nuevo.
Las lágrimas le corrían por el escote
cuando le confeso al poeta: - Otra vez te
quiero.
Allen nunca pudo contar con claridad lo
que sintió en aquellas horas. El caso es que volvió a su casa vacío y
desengañando. Quiso llorar y no pudo. Nunca mas volvió a ver a la pechugona. Y
lo que es peor, nunca mas, nunca mas volvió a pensar en ella ni a soñar su
regreso.
HISTORIA DEL QUE SE ENAMORO DE UNA NIÑA DEMASIADO JOVEN
Manuel Mandeb supo tener amores con una niña muy joven de la
calle Paez.
La muchacha no hizo cuestión por la diferencia de edades y
además es cierto que Mandeb era un hombre de aspecto soberbio, dentro de su
sombrío estilo. Pero pronto empezaron las dificultades. Un día Mandeb insistió
en caminar bajo un aguacero mientras recitaba a los gritos un soneto flamante.
Una noche le hizo el amor en la casa
embrujada de la calle Campana para espantar a los demonios. A veces, en la
madrugada, se trepaba hasta la ventana de la niña, en el tercer piso, y dejaba
prendida una flor roja. Una tarde de invierno le hizo probar el licor del
olvido y el vino del recuerdo.
En verano, le sacaba la blusa en las
calles oscuras y le ponía alguna de sus gastadas camisas azules. Para su
cumpleaños le regalo una sombra robada en Villa del Parque que había encerrado
en una cajita de cristal. Después enseñó a todos los pájaros de Flores a cantar
el nombre de la muchacha en su ventana. Entonces la niña abandono a Mandeb y
comento luego a sus amistades en una pizzeria: -No éramos de la misma generación.
HISTORIA DEL QUE SE DESGRACIO EN EL TREN
Jaime Gorriti tomaba todos los
días el tren de las 14.35. Y todos los días se fijaba en una estudiante
morocha. Con prudente astucia trataba de ubicarse cerca de ella y - a veces –
ligaba una mirada prometedora.
Una tarde empezó a saludarla. Y algunos
días después tuvo ocasión de hacerse ver, ayudándola a recoger unos libros
desbarrancados. Por fin, un asiento desocupado les permitió sentarse juntos y
conversar.
Gorriti acelero y le hizo conocer sus
destrezas de picaflor aficionado. No andaba mal. La morocha conocía el juego y
colaboraba con retruques adecuados.
Sin embargo, los demonios decidieron intervenir.
Saliendo de Haedo, la chica trato de abrir la ventanilla y no pudo. Con festo
mundano, Gorrito copo la banca. - Por
favor....
Se prendió de las manijas, tiro hacia
arriba con toda su fuerza y se desgracio con un estruendo irreparable. Sin
decir palabra, se fue pasillo adelante y se largo del tren en Morón. Desde ese
día empezó a tomar el tren de las 14.10.
HISTORIA DEL QUE PADECIA LOS DOS MALES.
En la calle Caracas vivía un hombre que amaba a una rubia.
Pero ella lo despreciaba enteramente. Unas cuadras mas abajo dos morochas se
morían por el hombre y se le ofrecían ante su puerta. El las rechazaba
honestamente. El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a
quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar.
El hombre de la calle Caracas padeció
ambas desgracias al mismo tiempo y murrio una mañana ante el llanto de las
morochas y la indiferencia de la rubia.
HISTORIA DEL QUE NO PODIA OLVIDAR.
El ruso Salzman tuvo muchas novias. Y a decir verdad solía
dejarlas al poco tiempo. Sin embargo jamas se olvidaba de ellas. Todas las
noches sus antiguos amores se le presentaban por turno en forma de pesadilla. Y
Salzman lloraba por la ausencia de ellas.
La primera novia, la verdulera de Burzaco,
la pelirroja de Villa Luro, la inglesa de La Lucila, la arquitecta de Palermo,
la modista de Ciudadela. Y también las novias que nunca tuvo: la que no lo
quiso, la que vio una sola vez en el puerto, la que le vendió un par de
zapatos, la que desapareció en un zaguán antes de cruzarse con el. Después
Salzman lloraba por las novias futuras que aun no habían llegado.
Los hombres sabios no se burlaban del ruso
pues comprendían que estaba poseído del mas sagrado berretín cósmico: el hombre
quería vivir todas las vidas y estaba condenado a transitar solamente por una.
Aprendan a soñar los que se contentan con sacar la lotería...
LA CALLE DE LAS NOVIAS PERDIDAS.
Hay una calle en Flores en la que viven todas las novias
abandonadas. Al atardecer salen a la vereda y miran ansiosas hacia las esquinas
para ver si vuelven los novios que se fueron.
A veces conversan entre ellas y rememoran viejos paseos por
el Rosedal. Por las noches se encierran a releer cartas viejas que guardan en
cajitas primorosas o admirar fotografías grises.
Los domingos se ponen vestidos floreados y se pintan los
labios. Algunas escriben diarios íntimos con letra prolija.
Dicen que no es posible encontrar esa
calle. Pero se sabe que algún día desembocara en la esquina el batallón de los
novios vencedores de la muerte para rescatar a las novias perdidas y llevarlas
de paseo al Rosedal. Esto será dentro de mucho tiempo, cuando endulce sus
cuerdas el pájaro cantor.
Existen por ahí infinidad de personas
confiables que juran que el amor es posible en todos los barrios. No habrá de
discutirse semejante tesis. Pero el que tuviera que vivir pasiones locas, es
mejor que no pierda el tiempo en rumbos equivocados.
Una historia terrible esta esperando en Flores.
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