El Secreto

Brida


VERANO Y OTOÑO

 -Deseo aprender magia -dijo la chica.
El Mago la miró. Jeans descoloridos, camiseta y el aire de desafío que toda persona tímida acostumbra usar cuando no debía. "Debo tener el doble de su edad", pensó el Mago. Y, a pesar de esto, sabía que estaba de­lante de su Otra Parte.
-Mi nombre es Brida -continuó ella-. Disculpe por no haberme presentado. Esperé mucho este momen­to, y estoy más ansiosa de lo que pensaba.
-¿Para qué quieres aprender magia? -preguntó él. -Para responder algunas preguntas de mi vida. Para conocer los poderes ocultos. Y, tal vez, para viajar al pasado y al futuro.
No era la primera vez que alguien iba hasta el bosque para pedirle esto. Hubo una época en que había sido un Maestro muy conocido y respetado por la Tradición. Había aceptado varios discípulos y creído que el mun­do cambiaría en la medida en que él pudiese cambiar a aquellos que lo rodeaban. Pero había cometido un error. Y los Maestros de la Tradición no pueden come­ter errores.
-¿No crees que eres muy joven?
-Tengo veintiún años -dijo Brida-. Si quisiera aprender ballet ahora, ya me encontrarían demasiado vieja.
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Autoayuda: entre la literatura y el marketing del yo

                                                                             por Laura Caniggia

Los lectores más apasionados coincidirán en que es posible experimentar estados emocionales como la alegría, la melancolía, la excitación y la relajación a través de la lectura de un libro. Los más pragmáticos dirán que de lo que se trata es de poder controlar esos estados a través de los enunciados de un libro. De un lado, quienes entienden la lectura como una acción en sí misma. Del otro, los que sólo la ven de un modo utilitario, como un medio para alcanzar un fin; en este caso, la dominación del cuerpo y sus expresiones a través de la doctrina de la mente. La comparación no trata de enfrentar a la literatura con los libros de autoayuda, ni de menospreciar a estos últimos. Intenta, por el contrario, ayudar a entender por qué cada día hay más lectores para esta categoría; reflexionar sobre lo que buscan en los libros y lo que encuentran; conocer lo que ofrecen los autores, lo que creen las editoriales y lo que facturan las librerías. Desde la 29ª Feria del Libro de Buenos Aires, en 2003, se da el mismo fenómeno: de los veinticinco títulos más solicitados, la mitad son de autoayuda. Y esta avanzada no es sólo un hecho local: en otros países latinoamericanos, los de autoayuda representan uno de cada cinco libros vendidos. Aunque los datos disponibles son fragmentarios, la tendencia sigue mostrando un alto consumo del género, cuyos títulos –dos de cada diez– encabezan las listas de best sellers tanto en Latinoamérica como en algunos países de Europa y, sobre todo, en los Estados Unidos. De la comparación de los datos relevados surge que de Europa Occidental, España es el país con mayor consumo de autoayuda, mientras que la Argentina supera mínimamente a México como principal mercado de literatura para la autosuperación. Entre las peculiaridades de la cultura de nuestra época, el crecimiento de esta literatura se revela como un hecho de excepcional envergadura, cuya significación ha sido hasta ahora escasamente estudiada. Vanina Papalini es investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de Córdoba. Según sus propias palabras, se ocupa de analizar “cómo la literatura de autoayuda tiende a exacerbar el individualismo, pregonando la idea de la autosalvación por la vía del cambio personal”.
Al tipificar al lector, Papalini encuentra cierta diversidad en sus tipos; los divide entre los que buscan resolver problemas personales, los que van hacia los dilemas familiares y quienes buscan textos más existenciales que les ofrecen un apoyo, una guía, un plan para la vida. “Muchos lectores vienen de experiencias de psicoanálisis que no les resultaron efectivas, otros de búsquedas religiosas y hay un tipo de lectores que persigue la idea del éxito y busca fórmulas, recetas, guías prácticas para alcanzarlo”. Al reflexionar sobre el sentido de esta bibliografía, la define como “un producto propio de la cultura masiva, que comparte sus rasgos esenciales con el modo de producción de la sociedad actual: la serialidad de su producción, la tendencia a estereotipar contenidos y una decisiva orientación hacia el consumo “forma a los sujetos en conveniencia con la reproducción social actual”. Para el crítico literario Jorge Panesi, “lejos han quedado aquellos tiempos en los que la gente salía a leer a las plazas los fines de semana, y visitar las librerías conformaba un hábito familiar. La lectura dejó de ser un hábito necesario y placentero, para transformarse en un búsqueda de respuestas”. Es ahí donde, para él, reside parte del éxito de los libros de autoayuda: en el manejo de un lenguaje supuestamente universal que, a su entender, “es limitado y banal. En lugar de catalogarse como literatura, debería figurar como entretenimiento espiritual”.

El Matadero de Esteban Echeverría

A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores españoles de América, que deben ser nuestros prototipos. Tengo muchas razones para no seguir ese ejemplo, las que callo por no ser difuso. Diré solamente que los sucesos de mi narración, pasaban por los años de Cristo del 183... Estábamos, a más, en cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la Iglesia, adoptando el precepto de Epicteto,sustine, abstine (sufre, abstente), ordena vigilia y abstinencia a los estómagos de los fieles, a causa de que la carne es pecaminosa, y, como dice el proverbio, busca a la carne. Y como la Iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios, el imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más justo y racional que vede lo malo. 
Los abastecedores, por otra parte, buenos federales, y por lo mismo buenos católicos, sabiendo que el pueblo de Buenos Aires atesora una docilidad singular para someterse a toda especie de mandamiento, sólo traen en días cuaresmales al matadero, los novillos necesarios para el sustento de los niños y de los enfermos dispensados de la abstinencia por la Bula y no con el ánimo de que se harten algunos herejotes, que no faltan, dispuestos siempre a violar las mandamientos carnificinos de la Iglesia, y a contaminar la sociedad con el mal ejemplo. 
Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; los pantanos se pusieron a nado y las calles de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro. Una tremenda avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias aguas hasta el pie de las barrancas del Alto. El Plata creciendo embravecido empujó esas aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos, y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad circunvalada del Norte al Este por una cintura de agua y barro, y al Sud por un piélago blanquecino en cuya superficie flotaban a la ventura algunos barquichuelos y negreaban las chimeneas y las copas de los árboles, echaba desde sus torres y barrancas atónitas miradas al horizonte como implorando la misericordia del Altísimo. Parecía el amago de un nuevo diluvio. Los beatos y beatas gimoteaban haciendo novenarios y continuas plegarias. Los predicadores atronaban el templo y hacían crujir el púlpito a puñetazos. Es el día del juicio, decían, el fin del mundo está por venir. La cólera divina rebosando se derrama en inundación. ¡Ay de vosotros, pecadores! ¡Ay de vosotros unitarios impíos que os mofáis de la Iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la palabra de los ungidos del Señor! ¡Ah de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los altares! Llegará la hora tremenda del vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad, vuestras herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor. La justicia del Dios de la Federación os declarará malditos. 
Las pobres mujeres salían sin aliento, anonadadas del templo, echando, como era natural, la culpa de aquella calamidad a los unitarios. 
Continuaba, sin embargo, lloviendo a cántaros, y la inundación crecía acreditando el pronóstico de los predicadores. Las campanas comenzaron a tocar rogativas por orden del muy católico Restaurador, quien parece no las tenía todas consigo. Los libertinos, los incrédulos, es decir, los unitarios, empezaron a amedrentarse al ver tanta cara compungida, oír tanta batahola de imprecaciones. Se hablaba ya, como de cosa resuelta, de una procesión en que debía ir toda la población descalza y a cráneo descubierto, acompañando al Altísimo, llevado bajo palio por el obispo, hasta la barranca de Balcarce, donde millares de voces conjurando al demonio unitario de la inundación, debían implorar la misericordia divina. 
Feliz, o mejor, desgraciadamente, pues la cosa habría sido de verse, no tuvo efecto la ceremonia, porque bajando el Plata, la inundación se fue poco a poco escurriendo en su inmenso lecho sin necesidad de conjuro ni plegarias. 
Lo que hace principalmente a mi historia es que por causa de la inundación estuvo quince días el matadero de la Convalecencia sin ver una sola cabeza vacuna, y que en uno o dos, todos los bueyes de quinteros y aguateros se consumieron en el abasto de la ciudad. Los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas, y los gringos y herejotes bramaban por el beefsteak y el asado. La abstinencia de carne era general en el pueblo, que nunca se hizo más digno de la bendición de la Iglesia, y así fue que llovieron sobre él millones y millones de indulgencias plenarias. Las gallinas se pusieron a seis pesos y los huevos a cuatro reales y el pescado carísimo. No hubo en aquellos días cuaresmales promiscuaciones ni excesos de gula; pero en cambio se fueron derecho al cielo innumerables ánimas, y acontecieron cosas que parecen soñadas. 
No quedó en el matadero ni un solo ratón vivo de muchos millares que allí tenían albergue. Todos murieron o de hambre o ahogados en sus cuevas por la incesante lluvia. Multitud de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se desbandaron por la ciudad como otras tantas arpías prontas a devorar cuanto hallaran comible. Las gaviotas y los perros, inseparables rivales suyos en el matadero, emigraron en busca de alimento animal. Porción de viejos achacosos cayeron en consunción por falta de nutritivo caldo; pero lo más notable que sucedió fue el fallecimiento casi repentino de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato de darse un hartazgo de chorizos de Extremadura, jamón y bacalao y se fueron al otro mundo a pagar el pecado cometido por tan abominable promiscuación. 
Algunos médicos opinaron que si la carencia de carne continuaba, medio pueblo caería en síncope por estar los estómagos acostumbrados a su corroborante jugo; y era de notar el contraste entre estos tristes pronósticos de la ciencia y los anatemas lanzados desde el púlpito por los reverendos padres contra toda clase de nutrición animal y de promiscuación en aquellos días destinados por la Iglesia al ayuno y 1a penitencia. Se originó de aquí una especie de guerra intestina entre los estómagos y las conciencias, atizada por el inexorable apetito y las no menos inexorables vociferaciones de los ministros de la Iglesia, quienes, como es su deber, no transigen con vicio alguno que tienda a relajar las costumbres católicas: a lo que se agregaba el estado de flatulencia intestinal de los habitantes, producido por el pescado y los porotos y otros alimentos algo indigestos. 
Esta guerra se manifestaba por sollozos y gritos descompasados en la peroración de los sermones y por rumores y estruendos subitáneos en las casas y calles de la ciudad o dondequiera concurrían gentes. Alarmóse un tanto el gobierno, tan paternal como previsor, del Restaurador, creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los mismos salvajes unitarios, cuyas impiedades, según los predicadores federales, habían traído sobre el país la inundación de la cólera divina; tomó activas providencias, desparramó sus esbirros por la población, y por último, bien informado, promulgó un decreto tranquilizador de las conciencias y de los estómagos, encabezado por un considerando muy sabio y piadoso para que a todo trance y arremetiendo por agua y todo, se trajese ganado a los corrales. 
En efecto, el decimosexto día de la carestía, víspera del día de Dolores, entró a nado por el paso de Burgos al matadero del Alto una tropa de cincuenta novillos gordos; cosa poca por cierto para una población acostumbrada a consumir diariamente de 250 a 300, y cuya tercera parte al menos gozaría del fuero eclesiástico de alimentarse con carne. ¡Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a leyes inviolables y que la Iglesia tenga la llave de los estómagos! 
Pero no es extraño, supuesto que el diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y que la Iglesia tiene el poder de conjurarlo: el caso es reducir al hombre a una máquina cuyo móvil principal no sea su voluntad sino la de la Iglesia y el gobierno. Quizá llegue el día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversar con un amigo, sin permiso de autoridad competente. Así era, poco más o menos, en los felices tiempos de nuestros beatos abuelos que por desgracia vino a turbar la revolución de Mayo. 
Sea como fuere; a la noticia de la providencia gubernativa, los corrales del Alto se llenaron, a pesar del barro, de carniceros,achuradores y curiosos, quienes recibieron con grandes vociferaciones y palmoteos los cincuenta novillos destinados al matadero. 
-Chica, pero gorda -exclamaban-. ¡Viva la Federación! ¡Viva el Restaurador! 
Porque han de saber los lectores que en aquel tiempo la Federación estaba en todas partes, hasta entre las inmundicias del matadero, y no había fiesta sin Restaurador como no hay sermón sin San Agustín. Cuentan que al oír tan desaforados gritos las últimas ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas, se reanimaron y echaron a correr desatentadas conociendo que volvían a aquellos lugares la acostumbrada alegría y la algazara precursora de abundancia. 
El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador, hombre muy amigo del asado. Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifestándole in voce su agradecimiento por la acertada providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. El Restaurador contestó a la arenga, rinforzando sobre el mismo tema y concluyó la ceremonia con los correspondientes vivas y vociferaciones de los espectadores y actores. Es de creer que el Restaurador tuviese permiso especial de su Ilustrísima para no abstenerse de carne, porque siendo tan buen observador de las leyes, tan buen católico y tan acérrimo protector de la religión, no hubiera dado mal ejemplo aceptando semejante regalo en día santo. 

Esperando la Carroza

"Esperando la carroza" es una pieza teatral del escritor rumano-uruguayo Jacobo Langsner.

Estrenada en 1962 en la Comedia Nacional del Uruguay dirigida por Sergio Otermin, volvió a representarse en 1974 con gran éxito en el teatro Circular de Montevideo bajo la dirección de Jorge Curi.

Estrenada en Buenos Aires en 1975 dirigida por Villanueva Cosse en el Teatro Del Centro con Juan Manuel Tenuta y Adela Gleiger, Marisa Contantín, Susana Cart, Arturo Bonín, Lucrecia Capello y Eliseo Morán.

En Buenos Aires subió a escena nuevamente en 1979 dirigida por Rubens W. Correa y en 2000 en el Teatro de la Ribera, con dirección de José María Paolantonio, con Victoria Carreras, Ana María Casó, María José Gabin, Rubén Stella, Manuel Vicente, Salo Pasik, Paula Llewellyn y Gonzalo Urtizberea.

Fue adaptada para televisión en 1972 en una realización del ciclo Alta Comedia de canal 9 con interpretaciones de China Zorrilla, Pepe Soriano, Raúl Rossi, Dora Baret, Alberto Argibay, Lita Soriano, Alicia Berdaxagar, Marta Gam y la participación de la actriz y maestra de teatro austriaca Hedy Crilla (1898-1984) como Mamá Cora.

En 1985 fue llevada al cine por Alejandro Doria, quien la adaptó junto a su autor. La versión cinematográfica basada en este «grotesco rioplatense» reunió un elenco de figuras relevantes y ha adquirido la categoría de clásico película de culto.


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El Guerrero Pacífico Reflexión

ALGUNAS PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR SOBRE LA PELÍCULA

1 - Explicá de qué manera el protagonista, Dan Millman, realiza el “viaje del héroe”, relacionando cada etapa de ese camino con un momento de la historia.
2 -  Al hombre de la estación de servicio, se lo denomina “Sócrates” y “Gran Buda”. Comentá los motivos por los cuales estos personajes históricos se destacaron. Averigualo y luego relaciónalo con las características de este personaje de la película.
3 – Explicá de manera completa qué sentido simbólico tiene la siguiente frase: “Saca la basura. Vacía la mente. Aquí y ahora.”
4 – Seleccioná tres preguntas que te hayan parecido fundamentales, formuladas por “Soc” y explicalas.

5 – Cuáles son los dos momentos de la película en los que aparece la frase: “Siempre hay algo que está pasando, ningún momento es insignificante.”

6- Explicá la siguiente idea: “Este tipo de historias de “autoayuda”, en las que se transmite una enseñanza por medio de una alegoría, intenta poner al espectador en el lugar del protagonista pero expone los acontecimientos desde el punto de vista del maestro, cuya manera de ver la vida prevalece”.

7 -  Explicá las siguientes 2 frases de Soc acerca de las características de un guerrero:
a - No renuncia nunca a lo que ama y encuentra el amor en lo que hace.
b - No busca la perfección, ni la victoria, ni ser invulnerable.
c - Busca ser absolutamente vulnerable, ese es el auténtico coraje.
d - Actúa, sólo los tontos reaccionan.
e - Renuncia al control. Debe aceptar que no controla lo que pasará
Según Soc, ¿Cuál es el lugar dónde la gente encontrará lo que necesita?  ¿Qué significa esto? ¿Por qué la gente no vive de verdad?
8 - Explicá dos de los siguientes consejos:
a-      Tú practicas gimnasia, yo practico todo.
b-      Avísame cuando quieras ser alguien que usa su mente o su cuerpo de formas que la mayoría de la gente no tendría el coraje.
c-       Desarrollar la sabiduría para lograr el equilibrio en el lugar justo y en el momento justo.
d-      Saca la basura. Vacía la mente. Aquí y ahora.
e-      Un guerrero aprende a meditar en cada acción: deshazte de las ataduras, como tu orgullo, renuncia a tus adicciones (hablar, interrumpir y creer que lo sabes todo…)
f-       Sólo tienes este momento, tonto.
g-      Todo tiene un propósito, Dan, hasta esto (refiriéndose al accidente), de ti depende descubrirlo.
h-      No existe “el mejor”. Nunca serás mejor. Y tampoco nunca serás menos que nadie.
i-        Sólo tienes que ser consciente de tus decisiones y responsable de tus acciones.
j-        Cada acción tiene su precio y su placer.
k-      Si el ser humano no obtiene lo que quiere, sufre. Y aún si lo obtiene, sufre, porque no puede retenerlo para siempre.
l-        El viaje es lo que nos hace felices, no el destino.

9 - Complétá las respuestas:
¿Dónde estás?  …………………………………………………..
¿Qué hora es? ……………………………………………………
¿Qué eres? …………………………………………………………


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