Los recursos argumentativos

ESTRATEGIAS ARGUMENTATIVAS: ¿QUÉ TÉCNICAS O RECURSOS EMPLEAR?

Ahora bien, para poder elaborar argumentos sólidos sobre un tema polémico, es fundamental tener mucha información sobre ese tema, pero sin embargo, para lograr convencer a los demás esto no es suficiente, ya que también hay que saber cómo expresar esas ideas, con qué palabras, en qué momento, cómo organizarlas, etc.
Si bien ya mencionamos que  no es lo mismo, por ejemplo, estar debatiendo con un compañero, sobre el lugar a donde ir de viaje de egresados, que escribirle una carta a la Directora de la escuela para pedirle que renueve los bancos y las sillas de las aulas, que pinte las paredes y que mejore los baños de la institución, es posible señalar que para todos los casos en que tengamos que argumentar, existen ciertos “recursos, figuras o estrategias argumentativas” que permiten relacionar los argumentos con las opiniones y conducir a un receptor o destinatario (una persona, un auditorio, etc.) a lo largo de esa exposición de motivos.
Estas estrategias consisten en distintas formas de justificar, de respaldar una opinión, empleando el razonamiento, apelando a la experiencia o recurriendo a figuras discursivas y se diferencian porque hacen reflexionar de distintas maneras, a quien se desea convencer, tratando, en última instancia, que sus argumentos resulten “evidentes”, “obvios”, “objetivos”, para el interlocutor, cuando en realidad se trata de cuestiones “subjetivas”, de opiniones, puntos de vista, etc.
Aclaraciones:
Muchos de estos recursos incluyen como “posibilidad”, el uso incorrecto o el desvío del punto de discusión. A este tipo de enunciados se los denomina “falacias” y se mencionan en algunos de los siguientes ejemplos.
Para presentar la idea que contiene, estos recursos también utilizan frecuentemente “conectores”, es decir, palabras o construcciones que permiten organizar, unir esas ideas que se transformarán en un argumento.
Los ejemplos que se incluyen en la explicación de cada recurso o estrategia argumentativa, consisten mostrar distintas formas de argumentar “en contra de la pena de muerte”.


Qué es argumentar, polemizar, debatir...

LA ARGUMENTACIÓN

Argumentar es fundamentar una opinión, justificar un punto de vista, dar los motivos por los cuales se piensa de una manera. En este sentido, los argumentos respaldan una opinión, le dan un sentido y por lo tanto, le confieren el poder de influir en los demás, de convencerlos, de persuadirlos. Un abogado ante un tribunal, un vendedor de autos frente a un posible cliente, un político hablándole a la gente, una aviso publicitario que atrae a futuros consumidores, un adolescente que quiere convencer a su padre para que lo deje ir a bailar el fin de semana, en otras, son situaciones típicas en las que hay que dar razones para lograr lo que se desea.
Generalmente, cuando se necesitan dar argumentos para sostener una opinión es porque se está ante una situación más o menos polémica, en la que es necesario debatir, es decir, intercambiar puntos de vista. Por lo tanto, para lograr lo que se pretende, es primordial tener en cuenta todos aquellos elementos que componen esa situación comunicativa, y elegir la estrategia con la que se va a argumentar, es decir, hay que considerar:
- Con quién se está debatiendo, quién es o quiénes son, qué relación se tiene con él o ellos, por ejemplo, no es lo mismo tratar de convencer a un amigo del barrio, a un policía o a la sociedad en general. Por ejemplo, el lenguaje que se utilice será de mayor o menor formalidad, según sea el caso.
- En nombre de quién se argumenta, si lo se lo hace individualmente, “a título personal”, o en representación de mucha otra gente que comparte esa opinión y esos argumentos. De esto depende que se emplee la 1º persona gramatical del singular (Yo) o del plural (Nosotros).
- En qué lugar se produce el debate (en la calle, en un periódico, una sala de conferencias, en la escuela, etc.).
- Sobre qué tema. No es lo mismo argumentar sobre el derecho de toda persona a tener una vivienda digna, que discutir a dónde ir el fin de semana, o por qué motivos debemos cambiar de colegio a nuestro hijo.
- Con qué objetivo argumentamos, si lo hacemos para ganar plata, para aconsejar de la mejor manera a nuestro hijo, para conseguir un trabajo, para que nos dejen pasar ante un piquete o para que iluminen nuestra cuadra.
- En qué circunstancias lo hacemos. ¿Se ofenderá la otra parte con mis argumentos? ¿Qué pensará de mí?, ¿Hay más gente presente en el debate?, ¿Intervendrán en mi favor? ¿Es el momento adecuado para decirlo?, etc.
- Qué género discursivo hay que emplear (una nota de opinión, una monografía, una conversación cara a cara, un aviso publicitario, un discurso, una carta de lectores, un alegato jurídico, etc.)
Todas estas, entre innumerables cuestiones más, nos llevan a tomar, a su vez,  muchas otras decisiones: ¿Debemos hablar o escribir? ¿Usamos un lenguaje formal o informal? ¿Cómo organizamos los argumentos? ¿Qué recursos utilizamos, es decir, cómo fundamentamos la opinión, qué motivos damos?, etc.


El juguete rabioso de Roberto Arlt

El juguete rabioso es la primera novela del escritor Roberto Arlt –marcadamente autobiográfica- publicada en el año 1926 por la Editorial Latina. Sus manuscritos datan de la década de 1920 y fueron bosquejados por Arlt en las argentinas Sierras de Córdoba, en una época en la cual su mujer, Carmen, atacada por una complicada tuberculosis, debe instalarse en esas geografías para intentar una difícil mejoría. Arlt, en tanto acompaña a su esposa e invierte una considerable suma de dinero en negocios que no fructifican, hace nacer a El Juguete Rabioso.
Ya de regreso en Buenos Aires, Arlt trata de publicar esta novela en la colección "Los Nuevos", de la editorial Claridad, pero a Elías Castelnuovo Tedesco, asesor de la colección, no le gusta el libro. Es entonces cuando los azares del destino lo acercan a Ricardo Güiraldes de quien se hace secretario y amigo, quien, luego de escuchar las lecturas del libro, alienta a Arlt a continuar buscando editorial. Arlt pensaba llamar a esa primera novela "La vida puerca" sin embargo Güiraldes le recomendó (por lo que hoy llamaríamos mercadeo) un nombre menos violento para la gente de entonces, de allí "La vida puerca" pasó a ser titulada (con cierto tono surrealista y a la vez expresionista) "El juguete rabioso".





Aguafuertes porteñas

CAUSA Y SINRAZON DE LOS CELOS

Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones. 
Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aun cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual. Puede establecerse esta regla: Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es. La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.

Ricardo Piglia sobre Roberto Arlt y "El juguete rabioso"

INTRODUCCIÓN
I
MADAME BOVARY es el modelo ideal del lector de novelas. Una señora triste, de provincia, que cree en lo que lee y confunde la literatura con la vida. Lo mismo se puede decir de Silvio Astier, que ha leído con pasión los cuarenta tomos de Ponson du Terrail y hace de la literatura el fundamento de su experiencia. “Me devoraba las entregas”, dice Astier, y El juguete rabioso narra el modo en que el héroe es devorado por el folletín. Este muchacho de dieciséis años, que quiere ser ladrón, es un gran lector y el bovarismo es el secreto de su identidad. No le gusta la realidad y aspira a otro destino. Usa los libros como plan de acción y lee para aprender a vivir. Las novelas cambian la vida de los lectores. Esa es la utopía del género. Hace falta un lector apasionado e ingenuo que encuentre en los libros la autenticidad que la realidad no tiene. Pero las novelas que cambian la vida son libros populares, novelitas sentimentales, cuentos semipornográficos, literatura bandoleresca, relatos de masas. Seguro que Madame Bovary no hubiera leído Madame Bovary. La lectora ideal no hubiera leído la novela ideal. Y lo mismo se puede decir de Leopoldo Bloom, a ese lector apasionado de Paul de Kock no se le hubiera ocurrido leer Ulisses de Joyce. En esa serie Astier es un caso excepcional: este lector de folletines, termina por convertirse en escritor*. Las “memorias” que escribe no reproducen la forma de los libros que admira. Hay algo típico de Arlt en ese movimiento. En sus novelas el melodrama popular y los estereotipos de la cultura de masas son la materia de los sueños de los personajes y definen el destino contra el que luchan. Los héroes deben vencer la tentación para salvarse y pasar del otro lado. A menudo ese cruce es imposible. En Los siete locos, Erdosain asesina a la Bizca y se suicida porque repite un relato criminal que ha leído en los diarios. Hace lo mismo que leyó y su propio drama se transforma después en una noticia periodística. La intervención del extraño cronista, a quien Erdosain le hace un relato minucioso de su vida, es un intento de asegurar que la literatura registre la verdad. El juguete rabioso es la historia del pasaje de un mundo a otro. El libro narra de una manera perfecta las dificultades y los desvíos del acceso a la cultura: novela de educación parece una versión perversa de Recuerdos de provincia. Arlt supo ver en la desigualdad del acceso a los bienes culturales el modelo concentrado de la injusticia política (a la inversa de Sarmiento que veía en la disposición de los bienes culturales la solución de la injusticia política). Arlt se politiza a partir de su experiencia como escritor y sus posiciones anarquistas y anticonformistas son el resultado de su literatura (y no al revés). El juguete rabioso es una novela política en ese sentido: contraria a toda ilusión liberal y a cualquier modelo “progresista” de acceso libre a la cultura. “Al escribir mis memorias” dice Astier al comienzo. Y en el capítulo “El poeta parroquial”, finalmente no incluido en la novela (ver Apéndice.) reconoce su relación con la literatura. “¿Escribe?”, le pregunta el poeta. “Sí, prosa”, contesta Astier. “Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca...”: en esta frase que recuerda una lectura empobrecida (primera frase de su primer libro) empieza la obra de Arlt. Lo que sigue es una de las más apasionantes historias de cruce de fronteras culturales que se pueda leer en cualquier lengua. Desde el principio, Astier actúa los efectos acumulados de una lectura (“Yo ya había leído los cuarenta y tantos tomos que el vizconde Ponson du Terrail escribiera acerca del hijo de mamá Fipart, el admirable Rocambole, y aspiraba a ser un bandido de alta escuela” (p. 37). Aspira a ser lo que ha leído y su vida es la repetición de un texto que en cada momento es necesario tener presente. Este canje entre lectura y experiencia hace avanzar la narración: en el camino de su aprendizaje, para enfrentar los riesgos, se sostiene de la literatura.

Las fieras de Roberto Arlt

No te diré nunca cómo fui hundiéndome, día tras día, entre los hombres perdidos, ladrones y asesinos y mujeres que tienen la piel del rostro más áspero que cal agrietada. A veces, cuando reconsidero la latitud a que he llegado, siento que en mi cerebro se mueven grandes lienzos de sombra, camino como un sonámbulo y el proceso de mi descomposición me parece engastado en la arquitectura de un sueño que nunca ocurrió.
Sin embargo, hace mucho tiempo que estoy perdido. Me faltan fuerzas para escaparme a ese engranaje perezoso, que en la sucesión de las noches me sumerge más y más en la profundidad de un departamento prostibulario, donde otros espantosos aburridos como yo soportan entre los dedos una pantalla de naipes y mueven con desgano fichas negras o verdes, mientras que el tiempo cae con gotear de agua en el sucio pozal de nuestras almas.
Jamás le he hablado a ninguno de mis compañeros de ti, ¿y para qué? La única informada de tu existencia es Tacuara. Apretando en el bolsillo un rollo de dinero, entra a la pieza después de las cuatro de la madrugada. El pelo de Tacuara es lacio y renegrido; los ojos oblicuos y pampas; la cara redonda y como espolvoreada de carbón, y la nariz chata. Tacuara tiene una debilidad: es la lectura de la "Vida Social", y una virtud la de gustarle a los descargadores de naranjas y hombres de la ribera de San Fernando.
Ceba mate mientras yo, espatarrado en la cama, pienso en ti, a quien he perdido para siempre. Lo dificultoso es explicarte cómo fui hundiéndome día tras día. A medida que pasan los años, cae sobre mi vida una pesada losa de inercia y acostumbramiento. La actitud más ruin y la situación más repugnante me parece natural y aceptable. Me falta extrañeza para recordar los muros de los calabozos donde he dormido tantas veces. Pero a pesar de haberme mezclado con los de abajo, jamás hombre alguno ha vivido más aislado entre estas fieras que yo. Aún no he podido fundirme con ellos, lo cual no me impide sonreír cuando alguna de estas bestias la estropea a golpes a una de las desdichadas que lo mantiene, o comete una salvajada inútil, por el solo gusto de jactarse de haberla realizado.